martes, 25 de mayo de 2010



La blancura es más grande que la tristeza; lame los parietales
torturados, entra en los dormitorios del sudor y el láudano y
luego hierve como nieve impura sobre el hueso frontal. Es la
humedad de los agonizantes.

Viene despacio la paloma horrible, viene a los vasos llenos de
sombra y la ceniza capilar se extiende sobre vestigios de mercurio
y llanto.

Ciega, la lente circular induce mendicidad bajo los párpados.

Pero la luz procede del abismo. Ante las córneas abrasadas, un
filamento de dolor indica los contenidos del silencio.

Ciertas llagas quizá son miserables en la sutura de los labios.

Sólo las desapariciones alimentan el corazón. Hay sábanas sobre
los signos de la inexistencia.

Grasa y metales entran en la luz; se encienden y ésta es la única
misericordia.

A.Gamoneda.

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